Terrazas

Según el Caballero de las Espuelas de Oro (las llevaba a pesar de ser langó), la corte es lugar de sabandijas, un pueblo para gente ruin, que disimula los malos y esconde los buenos. Esta plaza de lacayos y pajes de valona, ahora empeorada por los piqueros de los bancos y presupuestos, cuando no soporta a alguien le da puerta, como confirmó el poeta: Madrid fue corte, nunca cortesano. No sé si van a echar a Ana Botella; de momento no sale a la calle sin guripas y la apedrean en las redes. Algunas corrientes de opinión son aguas fecales de los dos bandos. Los libelos (de libellus, escritos breves) son perfectos para los iconoclastas, contrarios a los iconos.

La alcaldesa fue abucheada el otro día en la Virgen de la Paloma, antes en la peregrinación al Cristo de Medinaceli.

Ni el Cristo, ni la Virgen, ni la delegada del Gobierno, ni el gineceo político de Génova, ni los boches o tudescos parecen estar a gusto con la alcaldesa. Cristina Cifuentes no dio nombres ayer pero tiró a dar: hay personas de mi partido que no deberían ocupar algunos puestos.

Los alemanes que imponen gobiernos sin haber sido elegidos van a empezar a implantar también alcaldes. Der Spiegel culpa a Ana Botella de vivir como la reina de Saba en un palacio cuya remodelación costó 500 millones de euros. «Su despacho es mayor que el del presidente de los Estados Unidos», escriben sin aclarar que el despacho, la deuda, los coches y los asesores fueron herencia del anterior faraón.

Nunca vi a Ana como la retratan ni tampoco la vio María Ángeles López de Celis en su libro Las damas de la Moncloa. Aunque no es su modelo, la autora ve a Ana sociable, extrovertida, pasional, punto de apoyo de su marido, el rostro humano del matrimonio, el modelo americano de la mujer política.

La alcaldesa sigue con su labor presentando los Veranos de la Villa con pop, circo, rock, jazz, toros y Diego el Cigala, menos Madrid verbenero en el río devoto y descalzo. Se gastará en las fiestas un 70% menos que hace dos ediciones; ya que no puede hacer túneles, hará azoteas en el suelo. Como en Atenas, los balcones estarán en las cuestas: cultura mediterránea, la vida y el amor en la calle, cada noche una improvisación.

Botella ha liberalizado las aceras. Se podrán poner terrazas en los teatros, los museos, las academias, las tiendas, y con el tiempo en las iglesias. Una ordenanza ha elevado las 1.500 terrazas a 3.000 en un Madrid on the rocks donde nacen las movidas; la última con ingenieros trabajando de fregotas dando sopa del alba a pegamoides sin pensión.